Aquella era una tarde primaveral cuando la gatita Pinky se encontraba jugando en el parque de la vivienda de la familia González. Mientras tanto, sus amos se hallaban dentro de la casa,ocupados en sus tareas diarias.
De pronto, la gatita vio que el césped que la rodeaba, tuvo un leve movimiento. Se detuvo y revisó el lugar, pero al no encontrar nada decidió regresar a su juego.
Al atardecer su dueña la llamó pues era hora de retornar al hogar.
Pinky era una gatita muy bonita, de pelo color blanco y ojos verdes. Muy obediente, por lo que al llamado de la señora González respondió inmediatamente. Ella le había dejado la puerta entreabierta para que pudiera entrar.
Cuando regresó, de un salto se acomodó en un sofá bien mullido donde acostumbraba pasar la noche.
Luego de cierto tiempo su dueña comprobó que la puerta que daba al parque se hallaba abierta y Pinky se había dormido profundamente.
A la mañana siguiente, la señora se dirigió a la cocina para preparar el desayuno y ¡Ohhhhh! ¡Lo que encontró!
El mueble de la mesada totalmente mordido, los cubiertos desparramados, los vasos por el suelo. Luego, papel picado sobre la mesa donde su ama había dejado una libreta en la cual anotaba las actividades del día.
Furiosa fue hasta donde dormía Pinky; la tomó en brazos y la llevó hasta la cocina para mostrarle el desorden.
Pinky recordó que mientras jugaba, ella había notado algo extraño.
-Mira- le dijo su dueña- ¡Una laucha ha entrado y tú dormías! ¡Además no cerraste la puerta al entrar!
Después de decir esto dejó a la gatita en el suelo, quien comenzó a ronronear y frotarse en sus piernas con mirada huidiza.
La señora Gonzáles dedicó esa mañana a ordenar todo el desastre ocasionado por la intrépida lauchita, quien al amanecer desapareció en el parque, saliendo por la ranura de una de las ventanas de la casa.
Desde entonces Pinky no descuida la puerta y la cierra con su cola al pasar, cuando regresa del jardín y su ama se siente muy orgullosa de su gatita Pinky.
Susana E. Irigoite
0 comentarios :
Publicar un comentario